Lo que se viene a la cabeza al escuchar la palabra “competencia” no siempre es positivo.
Casi siempre está asociado a tenerse que hacer un lugar a la fuerza o llegar primero a la meta a consta de lo que sea, y por supuesto al miedo a fracasar o perder.
Pero realmente no tiene por qué ser así.
Al contrario de lo que se cree, una persona competitiva es aquella que se esfuerza al máximo por mejorar continuamente y no aquella que hace todo perfecto.
Las empresas deben cambiar la forma en que sus trabajadores perciben la competitividad y alentarles a verla como una herramienta que se basa en el respeto y la humildad, así como en la motivación por ser los mejores a partir de nuestro propio esfuerzo.
Ser competitivo implica arriesgarse, proponer nuevas ideas, actuar de forma creativa y estar abierto a aprender continuamente.
Competir o cooperar
En la actualidad, se habla mucho acerca de la sociedad competitiva en la que vivimos.
Se tiene como idea base que cuando se compite, no se coopera o colabora con otros.
De esta manera, hay una diferencia muy marcada entre competir y cooperar y ambos no lucen como conceptos inclusivos.
La realidad es que ambos se necesitan uno al otro.
Los trabajadores de una empresa deben cooperar entre ellos para lograr resultados pero también competir para alcanzar el primer lugar del mercado frente a otras empresas que tienen similares objetivos.
Por tanto, una persona competente debe ser competitiva y, al mismo tiempo, saber cooperar.
La competencia es parte de la naturaleza de los seres humanos al ser animales sociales.
Tenemos un cerebro tan competitivo como colaborativo.
La competencia genera un impulso para ir en pos de los objetivos de vida como conseguir un puesto de trabajo, un cliente, e incluso conseguir a la pareja, y garantiza por mucho tiempo la supervivencia de la especie humana.
Tan natural es competir como colaborar, por lo que se hace imprescindible promover una sana competencia y también aprender a cooperar.
Por tanto, para quien desea realmente ser productivo y eficiente, tanto en su vida personal como profesional, es fundamental conocer cuándo debe competir y cuándo debe cooperar y hacerlo de la mejor forma posible.
Cómo fomentar la sana competencia y la colaboración en tu empresa
La competencia puede incrementar la motivación de los trabajadores, mejorar su productividad y rendimiento, mientras toman nuevas responsabilidades y ponen a valer sus capacidades.
La presencia de rivales en las competiciones hace que las personas rindan más y mejor pero además que se perciban como iguales entre quienes están compitiendo.
Esto es de relevancia para el mundo empresarial, pues empleados con capacidades y competencias similares pueden sentir un gran impulso y motivación.
Las personas traducen esto como “si él/ella puede, yo también puedo”.
Por otra parte, la competencia es más motivadora cuando son menos los participantes o los grupos que compiten entre ellos son pequeños.
Los individuos sienten que tienen mayores posibilidades de alcanzar sus objetivos y se esfuerzan más en estos escenarios.
Además, si al competir en grupos colaboran entre ellos para lograr la meta.
Una opción muy bien vista en las empresas es impulsar la competencia amistosa que también aumenta la motivación y la productividad, pero evita efectos adversos como la frustración, el sentimiento negativo hacia los compañeros de trabajo y la desunión grupal.
Una forma de poner en marcha la competición amistosa incluye proponer competencias que no están relacionadas con el trabajo como los concursos de cocina o el deporte.
Este tipo de competencias generan además una mayor cohesión grupal al permitir que los trabajadores muestren sus habilidades personales y compartan sus preferencias y gustos en un ambiente ameno y divertido.
De cualquier forma, los trabajadores estarán esperando una recompensa por participar en la competición ya que en sus cerebros se activarán los centros de placer y bienestar.
Esto conlleva a que las personas se sientan motivadas a experimentar esta sensación una y otra vez si ganan.
Pero aquellos que fracasan con frecuencia en cambio evitarán más a menudo participar en competencias.
Por ello, es importante presentar a las competiciones como una forma estimulante de aprendizaje o de lograr sobrepasar los propios límites al realizar una tarea que nos sea difícil y retadora.
Se trata de una oportunidad de crecimiento y desarrollo personal a través de los desafíos que también son alentadores para el cerebro humano.
La competencia y la colaboración se dan la mano como fórmulas para motivar a los trabajadores, darles más valor como personas y dotarles de mayores cuotas de poder.
Al competir o generar estrategias de colaboración para alcanzar una meta, las personas aumentan sus niveles de autonomía y control sobre su entorno o sobre un asunto en particular y se sienten competentes mientras se relacionan con otros.
Hoy son más las personas que utilizan gran parte de su tiempo en jugar mediante todo tipo de dispositivos.
Pero, ¿quién no se siente atraído por los juegos?
Esto se debe a que al jugar las personas experimentan justamente una mayor autonomía, control sobre una determinada situación y se sienten valiosas al interactuar con otros individuos.
Los trabajadores compiten en ambientes virtuales para lograr objetivos propuestos, fortalecer la colaboración y la competencia, mientras viven nuevas experiencias fuera de las condiciones habituales de trabajo.Con el reciente avance de la tecnología, las competiciones a través de videojuegos están a la orden del día en el ámbito empresarial.
El resultado de esta aplicación tecnológica no puede ser más positivo pues la mayoría de ellos se compromete más con la organización, colabora y es más productivo.
En la actualidad, la satisfacción laboral y la productividad están unidas a una sana competencia y al desarrollo de la colaboración como fortalezas de los equipos de trabajo y valores empresariales.
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