La figura del cuidador, o más bien de la cuidadora, responde mayoritariamente hasta ahora a un perfil más bien informal e implica un parentesco familiar con la persona que recibe los cuidados.
Se sigue asignando a la mujer la labor tradicional de ser cuidadora.
En España es sin duda una pauta social con fuerte arraigo familiar que se ha mantenido a lo largo del tiempo.
El cambio social que supuso la incorporación de la mujer al mercado laboral ha ido paulatinamente complicando este encuadre tradicional del cuidado en las familias.
Cada vez con más frecuencia el hogar requiere de otras manos para las tareas domésticas, para el cuidado de los niños y de las personas mayores y dependientes.
El perfil de la mujer cuidadora
El 78,9% de las cuidadoras habitan con la persona a la que cuidan y suelen ser sus esposas o hijas.
Se trata de mujeres entre los 45 y 64 años de edad, con estudios primarios, que no trabajan para dedicarse casi en su totalidad al cuidado de la persona mayor o dependiente, compaginando esta función con el mantenimiento del hogar.
Ello implica la alta posibilidad de que sufran el síndrome del cuidador, síndrome de Burnout, o bien problemas físicos como dolores lumbares, entre otros.
Solo un 6,9% de los cuidadores principales, es decir al que corresponde la responsabilidad del cuidado en su mayor parte, son extranjeros.
En algunos hogares se cuenta con cuidadores secundarios, que pueden o no ser miembros de la familia y que pueden o no compartir el mismo hogar de la persona a cuidar.
Éstos suelen ayudar temporalmente al cuidador principal pero en menor medida y con menos responsabilidades y funciones.
Sin embargo, como advertimos al inicio de este post, con la entrada de la mujer en el mercado de trabajo laboral esta tendencia está cambiando.
Cada vez es más frecuente la incorporación de cuidadores externos, con un perfil más profesional.
Un 17% de ellos son multicuidadores, es decir cuidadores que tienen a su cargo a más de una persona dependiente.
Lo que supone ser cuidador/cuidadora
Sin importar si se trata de una cuidadora profesional o no, ocuparse del cuidado de una persona mayor o dependiente implica una importante responsabilidad y esfuerzo personal.
Se trabaja en la mayoría de los casos tanto de mañana, como de tarde y noche, con los sentidos alerta.
Hablamos de un oficio de dedicación plena que se efectúa por ocho horas diarias o más y que es causa de alto nivel de estrés, menos tiempo libre y de ocio.
En el 77,2% de los casos los cuidadores son permanentes, en especial si son familiares de la persona mayor o dependiente.
Vivir en el mismo hogar de la persona que se está cuidando es una tarea exigente que supone también un cambio radical en la vida de quienes allí habitan.
La necesidad de profesionalización en el cuidado
La situación de incorporación de la mujer al mercado laboral, el envejecimiento de la población española y los índices de dependencia creciente son factores clave para entender la necesidad de profesionalización en el modelo de cuidado.
Es medular pasar de un cuidado tradicional a un nuevo modelo que garantice la capacitación adecuada de los cuidadores y que el cuidado sea proporcionado por profesionales preparados.
Por ello la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia,
Advierte la importancia de que existan diversos perfiles profesionales especializados para atender y cuidar a las personas mayores y dependientes.
Resalta que estos cuidadores deben ser formales, es decir, profesionales con formación previa sobre los cuidados y requerimientos de una persona dependiente.
En la actualidad, crece el número de cuidadores formales cada día, que deciden dedicarse a este oficio y prepararse para ello.
En el post Prepararse para cuidar a otros: los distintos perfiles del cuidador profesional se explican detalladamente las vías formativas para desempeñarse como cuidador.
Prepararse para cuidar a otros: los distintos perfiles del cuidador profesional
Tanto si un cuidador trabaja a domicilio como si lo hace en una institución debe capacitarse formalmente para ello y disponer de un Certificado de Profesionalidad en:
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Una acreditación oficial que se logra con 450 horas de formación, incluyendo capacitación práctica en centros de trabajo.
Esta es una formación subvencionada, es decir que no tiene costo alguno para los trabajadores y que se imparte mediante la modalidad de teleformación para posibilitar alternar la actividad laboral y personal, con versatilidad y dinamismo.
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Una capacitación para el empleo que posee una duración de 600 horas en la que que se obtiene un certificado de profesionalidad dentro del Catálogo Nacional de cualificaciones profesionales que habilita para ejercer como cuidador a domicilio, en pisos tutelados o demandados directamente por domicilios particulares.
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